Tenemos que crecer en amor


 

 
Y el Señor haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros.1 Tesalonicenses 3:12 

 

 

«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35).

La marca pública indispensable de un creyente es el amor. Jesús da por sentado que el mundo observa a sus seguidores y que emite un juicio sobre ellos. En los días del Imperio romano, los creyentes de los primeros siglos ejercieron una poderosa influencia en cuantos los observaban. Cuando, por su fidelidad a Dios, eran llevados al circo para ser despedazados por las fieras, la multitud que se había congregado para disfrutar de tan cruel espectáculo viendo correr la sangre inocente, quedaba perpleja por lo que sus ojos contemplaban. Entre los sentenciados a muerte se encontraban hombres y mujeres, adultos y niños, jóvenes y ancianos. En el momento en que salían los leones, los cristianos más fuertes corrían hacia los más débiles para protegerlos. Tal muestra de amor silenciaba a muchos, que exclamaban «¡Mirad cómo se aman!» Esa demostración de amor cambió la vida de muchos habitantes del Imperio, que llegaron a ser cristianos.

 

 «Nosotros, que nos aborrecíamos unos a otros, ahora, desde la venida de Cristo, vivimos en familia con ellos, y oramos por nuestros enemigos y procuramos persuadir a los que nos aborrecen injustamente a que vivan en conformidad a los buenos preceptos de Cristo».

 

 

 

Crecer en el amor, indiscutiblemente, lleva a la iglesia a crecer en la evangelización, el cuidado pastoral, el matrimonio y en las relaciones con otras personas, aun con los que se discrepa.

 

Ora hoy al Señor para que su amor crezca más y más en tu corazón, para que su amor se muestre en tu vida como se muestra en el cielo.

 
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